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  • Foto del escritorÁlvaro Trella Castaño

¿Cuál es tu sitio? La búsqueda de sentido y la condena a la libertad



¿Qué pasaría si te preguntase cuál es tu sitio en la vida? Si te preguntase sobre tu papel en todo esto. ¿Por qué y para qué existes? Siendo tu existencia una suerte de magnitud improbable, un suceso fortuito con más probabilidades de no-ser que de ser; algo que, pensado con verdadero optimismo, no debería haber sido; pero eres. ¿Por qué eres entonces? Explícamelo, porque me pareces improbable, imposible, una suerte universal irrepetible.


La historia de las ideas está llena de eso que llaman “frases célebres”, citas, frases cortas que resumen en unas cuantas palabras y de forma muy directa ideas enormes y de gran profundidad. Son frases densas en significado pero ligeras en apariencia, igual de bellas que las fórmulas matemáticas más simples, y esto las hace maravillosas y sumamente prácticas para difundir las ideas que contienen.


Como ejemplos tenemos el “sólo sé que no sé nada” relacionado con la filosofía de Sócrates; el famoso cogito cartesiano: “Pienso, luego, existo”; la afirmación “Dios ha muerto” del apasionado Nietzsche, o la reveladora frase de Simone de Beauvoir: “una mujer no nace, sino que, más bien, se hace”.


La creación de frases de este tipo es un arte, el arte de la sintetización poética, ya que tales frases sugieren, insinúan, evocan poética y sutilmente grandes cuestiones del pensamiento.


Siempre he pensado que la filosofía y las grandes ideas no se encuentran sólo en los libros de grandes filósofos y filósofas, sino que también se encuentran en las versiones más cotidianas y mundanas del pensamiento. Una conversación entre amigos y amigas, familiares, en el trabajo, o con la única compañía de nuestro propio pensamiento en cualquier momento del día.


Es así como surgió una de estas frases, en casa de mis padres mientras tenía lugar entre mi madre, mi padre y yo una de esas conversaciones comunes a la juventud y a todo hogar sobre la desorientación personal y vital que todos/as sufrimos en algún momento de nuestras vidas, y que en ese momento concreto yo mismo experimentaba y estaba expresando a mis padres. Fue en ese momento y en esa conversación cuando mi padre, sentado en una de las sillas del salón, con actitud pensativa y a modo de artista de la sintetización poética declaró: “Es difícil encontrar el sitio de uno”.


En ese momento mi pensamiento se paralizó ante esa sentencia máxima, y todo lo que habíamos estado hablando durante esa conversación, y en muchas anteriores, cobró claridad con una luz que no iluminó una respuesta a mis dudas, sino que iluminó el camino a partir del cual comenzar a plantear las cuestiones necesarias para aclarar tales dudas.


La frase “es difícil encontrar el sitio de uno” resume y expone de forma clara una de las cuestiones más antiguas y profundas del pensamiento: ¿Cuál es el sentido de mi existencia?

Esta frase plantea la dificultad de descubrir el lugar que ocupa cada uno/a en la vida, en la realidad, en la totalidad de las cosas que existen y las que no, en las que ocurren y en las que no y en las que podrían ocurrir y que ocurrirán, tal vez.


¿Cuál es el propósito de mi existencia? ¿Cuál es mi sitio en, y frente a, la realidad? ¿Hacia dónde tengo que dirigir mi vida? ¿Y si me equivoco? ¿Puedo dar vuelta atrás y volver a dar un sentido distinto a mi vida? ¿Estoy obligado a dar un sentido a mi vida? ¿Puedo elegir simplemente vivir? ¿Qué perdería si niego la necesidad de dar un sentido a la vida y simplemente la redujera a existir?


El “encontrar” el sitio de uno/a es una consecuencia de un “dar” sentido a la vida propia

Estas dudas, expuestas de una u otra forma, son comunes a todos y todas nosotros/as. Puede que sea nuestra condición de animales racionales la que nos determina a buscar, encontrar o inventar un sentido o, incluso, la necesidad de un sentido.


Sea como sea, nadie se libra de la condena de ser libre, como diría Sartre. La ansiedad, la angustia, la náusea de reflexionar y decidir sobre nuestra propia vida, dándole un sentido a ésta.


Aquí se encuentra la raíz de nuestra angustia, dolores de cabeza, ansiedad, la náusea… El sentido no está “ahí”, flotando en una eternidad vacía y esperando a que lo encontremos, sino que somos nosotros los que tenemos que dar ese sentido.


En la frase “es difícil encontrar el sitio de uno”, el verbo “encontrar” implica una actitud activa previa por nuestra parte. Esta actitud activa es la de “buscar”, que en este caso no es más que una transfiguración de “dar”. “Buscar” y “dar” hacen referencia a un mismo comportamiento activo.


El “encontrar” el sitio de uno/a es entonces una consecuencia de un “dar” sentido a la vida propia. Sólo dando un sentido a nuestra vida podemos encontrar como consecuencia un sitio en el todo.


Buscar el sentido de nuestra vida, nuestro sitio, nuestro papel, es una necesidad ineludible derivada de nuestra propia libertad.


Quien asume su condena, y asume su libertad, se libera del peso de sus cadenas. Quien por el contrario no asume su condena, y cree que no tiene que asumir su libertad y dar un sentido a su vida, tornará esta condena un verdadero castigo, ya que no la ha comprendido.


La angustia de ejercer nuestra libertad para decidir y dar un sentido a nuestra vida proviene del temor a equivocarnos, de las consecuencias de ejercer nuestra libertad. ¿Cómo puedo ser yo mismo no sólo el afectado, sino también el culpable de mi propia decisión? ¿Cómo puedo atreverme a asumir ese riesgo? ¿Y si me equivoco? ¿Y si no hay vuelta atrás? Te agobian las infinitas posibilidades que la libertad muestra ante ti.


La “mala noticia” es que la condena está impuesta, es ineludible, y tarde o temprano tendrás que asumirla.


La buena noticia es que tu condena es tu esencia, tú mismo/a eres libertad, e incluso negándote a decidirte y dar un sentido a tu vida estás ejerciéndola. Tu libertad no se agota en una decisión, en un acierto o en un error, ni siquiera se agota en ti mismo, va mucho más allá de ti.


Ahora te vuelvo a preguntar, ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué existes? ¿Cuál es el propósito de tu improbable e irrepetible existir? ¿Qué sentido tiene que hayas tenido la inmensa suerte de ser?


¿Has encontrado ya tu sitio?

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